El voto de clientelismo
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Cecilio Urgoiti |
El clientelismo es
otra singularidad de corrupción, “soberanamente peligrosa” y en el caso español
esta coronada. En su propia naturaleza, consiste; en un cambalache discrecional
y particularista de favores, en el cual los garantes políticos deciden la
concesión privilegiada e, incluso, ilegal de derechos y prestaciones a cambio
de apoyo electoral o económico, a esos sujetos que forman parte de sus redes.
El clientelismo puede ser electoral, corporativo y de partido. En
el clientelismo electoral, el cliente es un votante, el cual da su voto a
aquella organización política que por promesas hechas personalmente, por el
candidato o sus delegados le garantiza mayores favores y beneficios materiales
exclusivos. Esta es la historia rural y de medianos y pequeños pueblos de la
España, que “no iba a conocer, ni la madre que la parió. Frase esta que si hoy
la ponemos en boca de Alfonso Guerra, podremos apreciar el doble encaje,
electoralista y clientelista de su momento.
Lo que se
intercambia son necesariamente votos por favores, algo que en el batahola o
escándalo, de los ERE en Andalucía, parece engendrarse y promoverse de suficiente
modo. El rasgo típico del vínculo político “clientelar” frente al vínculo
político programático es que, en el segundo, el partido votado no se compromete
con sus votantes a proporcionarles favores y privilegios, sino a aplicar unas
políticas determinadas de forma objetiva y universal.
Una modalidad cada
vez más importante de clientelismo electoral, es la de nivel
institucional. Son; los supuestos en que un político, con un cargo importante a
nivel central y con suficiente peso especifico sobre el todo del partido, benefician
con sus decisiones a un área geográfica concreta, que es aquella donde él
fundamenta su carrera política y tiene sus redes de apoyo. Por ejemplo, el uso
del AVE como mecanismo de clientelismo electoral parece, en ciertos casos,
evidente. En caso de duda seria bueno preguntarle al desaparecido, Pepiño.
Las entredichas
diputaciones provinciales, en el caso de Canarias “Cabildos insulares” de
elección directa y no como las diputaciones que eligen sus cargos, entre los
más votados, vamos de elección indirecta. Estas instituciones, son ejemplos de
numerosos casos de clientelismo, en especial apoyando económicamente de forma
privilegiada a municipios cercanos a la mayoría en el gobierno. Mariano Rajoy
que había prometido una reforma en dichas instituciones, dio macha atrás,
previa reunión y constatación de que desde dichas, “poltronas” se ejercía el caciquismo
de principios de siglo XX. En el clientelismo de base corporativa, el
cliente es una persona jurídica o un individuo en nombre de tal o cual persona,
que aporta dinero y/o apoyos materiales, su voto no es aquí lo esencial, aunque
también cuente, al “patrón” político, a cambio de que bien se le adjudiquen
contratos, subvenciones o concesiones públicas, de forma engañosa,
Finalmente, en el clientelismo
de partido, el cliente es un miembro del partido, el votante o, mejor aún,
el que pone su red de clientes internos, al servicio de una determinada cábala,
candidatura o corriente del partido, a cambio, sobre todo, de obtener un puesto
de responsabilidad en el partido o en el gobierno.
También tenemos
interesantes sujetos que venden hasta su honor, si lo tuvieran al mejor postor,
sobre todo el famoso caso de Eduardo Tamayo y María Teresa Sáez en la Asamblea
de Madrid. La consecuencia de este tipo de clientelismo, es la llegada a
puestos importantes de personajes indeseables que acaban robando a saco, como
la Esperanza y su “púnica banda de golfos,” por citar algo, pues estos mafiosos
trileros y canalla de la que España esta llena y su mayor exponente esta en el
PP, merecen un capitulo aparte y muchas horas de penosa escritura. Gracias por
vuestra paciencia en la lectura.
Cecilio Urgoiti
Buen análisis Cecilio. Yo también creo en tí que analizas la actualidad.
ResponderEliminarMuchas gracias Rosa, por esa demostración de confianza en mis criterios. Salud y Republica...
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