Votar es sano
Este país, es incomprensible, se le da
a la población la oportunidad de votar dos o tres veces al año y ya se ponen de
muy mal humor y a decir que para que tienen que ir a votar. ¿Me pregunto yo? ¿Si
acaso, hay añoranza del dictador? Esta es una tierra de “fachas” cuando no se elegía
a nadie, también los había que hacían que protestaban y decían: - Mejor es
callar, - pronto cambiara esto - y lo cierto es que esto, la España, no ha
cambiado y lo de la democracia aun sin llegar. Va ya para los 80 años y bien
que jode.
Os recuerdo que la “culona” la tal
Paca y la trotona, la Mariana son lo que son, dicen que cuando los vez en una
escalera, no sabes si suben o bajan y lo cierto y probado es que ambos admiten “el
unto” también conocido como soborno y los “sobres en B.” La trotona imita tanto
a su paisano que quiere morir de “dueño.” Debe de pensar que aquello, La
Moncloa es algo así, como lo de registrador y cuando se canse, pone un
sustituto o sustituta y el sigue poniendo el nombre y el “cazo,” sabe que al
menos le cae la mitad.
Estimadas y estimados, molestarse por
votar es algo como molestarse por comer, los seres vivos, no solos los humanos
sino todos, tienen que comer para mantener la vida y la vida racional, necesita
la organización política para vivir y ello necesita votar, hasta que encontremos
algo mejor a tal efecto. Por cierto, desde el teléfono ya se puede hacer, digo
lo de votar, pero hay desconfianzas y ya se ira perfeccionando, el sistema o ya
lo tienen y ya nos lo enseñaran. Italia con sus cinco partidos, tras la II
Guerra Mundial. Ha ido celebrando una elección por año, al menos, pero ha
habido años de dos y de tres y uno de cuatro.
Ahora toca entretener al personar y
mientras Mariano busca algo para el desconsolado Soria, el Sánchez con los
otros nos irán entreteniendo, claro que; “la del 78, la llaman democracia y no
lo es.”
Votar es un sano ejercicio que se
necesita y hacer política es, entre otras cosas eso y si la participación se
hace costumbre, lograremos limpiar la vida social de la nación.
Cecilio Urgoiti
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