Sin pelos en las teclas: Soy un ensayista de la realidad política, un periodista sin pelos en las teclas, luchador de mil batallas. Hago política, con el certero objeto, que otro no la venga hacer por mí, sino, la hagamos todos juntos. Defiendo la democracia participativa y entiendo como republicano convencido que soy, que solo se da la democracia real en la República. Así mismo, creo en la autodeterminación de los pueblos y a mi no me importa que los demás, se salgan con la mía.

martes, 1 de noviembre de 2016

La reciclada Cruz de sus Caídos hoy de todos

Nos lo contó un viejo socialista republicano

Por Cecilio Urgoiti


Esta mañana, tras lo propio de las tareas que diariamente hago, me cruzó por la cabeza, ir a tomar café y dicho y hecho, al Imperial, bar en la Rambla de “Las Asuncionistas” que es come se le conoce popularmente, pero su nombre es Avenida de la Asunción, una cosa más de esta tierra chicharrera y de sus habitantes, que nos gusta cambiar de nombre las cosas. Entro en el citado bar y pido un “café solo” e inconcientemente, al menos al principio que no luego, me quedo escuchado a un hombre, ya muy mayor, que conozco de vista, “de toda la vida,” que siempre que habla de alguien, dice Tony eso, de toda la vida... Pero eso es otra historia, en esta, el hombre esta frente a un café con leche y un bocadillo de pollo y le decía al hijo de un conocido y viejo fallecido amigo, al que saludo con una inclinación de la cabeza.
Este señor hablaba, sobre todo lo divino y, todo lo humano, eso sí, pausadamente y muy claro, tanto que si yo no hubiera querido oírlo, tendría que haberme ausentado. Ese es un lugar, que siempre esta lleno, hoy éramos muy pocos y en un momento, me dí cuenta que los presentes, solo atendíamos la conversación de aquel improvisado historiador. Sobre todo, hablaban de política, de la política de la calle, de esa que se habla en bares y en cualquier esquina, en cenáculos familiares, donde el cuñado termina metiendo la pata, que no es mi caso, tal vez, sea yo el que la mete. Estoy seguro que conversaciones así, las podemos escuchar en cualquier parte, sin prestar atención, pero esta vez, ciertamente era una lección de la vida, para no perderla.
Monumento de Av. Anaga
Aquel hombre mayor, más de noventa años dijo tener, a lo largo de su franca, sencilla y muy bien hilvanada conversación. Simbolizaba, al menos para mí y, me atrevería a decir, sin miedo a equivocarme, que también para el resto de la audiencia de aquel momento allí, mucho más que todo el saber popular, que acopia el discernimiento de años muy censores y más aun censurados, de la historia de los últimos ochenta años. Decía recordarse todavía de la llegada de la República, siendo demasiado niño y también del inicio de la guerra civil y de los años después, dijo con solemnidad que “Franco fue un asesino y que aun le molestaba ver símbolos, como la cruz mantenida en Plaza de España, donde se había cambiado la primitiva leyenda, por una, que intentaba unir a todos en el texto, pero muchos aun estaban en las cunetas o ese otro monumento en la Avenida de Anaga, que costeamos todos, con una obligatoria cuestación popular y él, que se negaba, desde ese momento, lo pasaba mal.” Para luego añadir. “Que esto se realizaba en el tardofranquismo, como si quisieran, los autores de la obra, dejar muy claro, que la dictadura continuaría, para siempre…”
Llegado este punto de la amena conversación, no me resultaba más obvio, que pedir otro café, para seguir enterando y dilatar aquel momento de historia viva de mi nación, que tantas veces reniego de ella, más por sus gobernantes que por los vecinos, que hay momentos que también. En medio de todo esto, mi mente me recordaba con cierta insistencia, que aquel alto y siempre elegante en el porte y en el vestir y que yo en mi apariencia le consideraba de derechas, era un viejo militante socialista, que ya hacia años; “Se había dado de baja del socialismo en vía muerta, por la caprichosa voluntad de la corona y el egoísmo de los mandamases socialistas españoles y la ciega obediencia a la Europa del Euro”
Nos contó, pues entiendo, que él era muy conciente que, se le escuchaba, muy atentamente y, aun que entraban y salían alguno parroquianos, los fieles primitivos oyedntes, seguíamos sin perder nada de lo allí manifestado. Narraba el desarrollarse del todo, pero solo en apariencia, se vivían dos vidas, una dentro de casa y otra en la calle, contaba, algo que aun recuerdo y que era el levantar la mano “derecha” abierta la palma de la mano, desde que acabó la guerra, cada vez que se pasaba por delante de la bandera del aguilucho o sonaba el himno, que aun sigue. Se dijeron cosas de los largos años de dictadura, habló de Lorca y del “silencio de goma oscura,” del alejamiento de los derechos en el mundo civil y laboral. También de la represión, de la intolerancia, del delirio fascista… mucha gente como él habia puesto la esperanza en la muerte del dictador, pero aquí estamos...
Se refirió, somera y precipitadamente; al desengaño que se llevó con la muerte del dictador, “no por ello” como dijo, sino por la continuidad de la corona y la no restauración de la República, pues, él siempre entendió, “que eso, solo eso, era lo correcto,” que le había dado a González, “el beneficio de la duda, hasta que llegara al poder, pero no actúo en consecuencia y que así, traicionaba el socialismo.” Apuro, el frío café, limpio su boca con la ya usada servilleta, cerró el puño de la mano derecha, mientras la levantó, con lo que me dijo, sin decir nada, que era un viejo tronquista, por tanto, tenia sobre si las lecciones marxista. Al levantar el brazo soltó un cierto y sincero “Salud y República.”


Cecilio Urgoiti

1 comentario:

  1. Historia y memoria de un honesto hombre que hoy sin proponerme nada al respecto lo encontré, donde menos me lo esperaba. Vale la pena una segada lectura, aunque mejor oírle... Salud y República me dijo al irse.

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