|
La reciclada Cruz de sus Caídos hoy de todos |
Nos lo contó un
viejo socialista republicano
Por Cecilio Urgoiti
Esta mañana, tras
lo propio de las tareas que diariamente hago, me cruzó por la cabeza, ir a
tomar café y dicho y hecho, al Imperial, bar en la Rambla de “Las
Asuncionistas” que es come se le conoce popularmente, pero su nombre es Avenida
de la Asunción, una cosa más de esta tierra chicharrera y de sus habitantes,
que nos gusta cambiar de nombre las cosas. Entro en el citado bar y pido un “café
solo” e inconcientemente, al menos al principio que no luego, me quedo
escuchado a un hombre, ya muy mayor, que conozco de vista, “de toda la vida,”
que siempre que habla de alguien, dice Tony eso, de toda la vida... Pero eso es
otra historia, en esta, el hombre esta frente a un café con leche y un
bocadillo de pollo y le decía al hijo de un conocido y viejo fallecido amigo,
al que saludo con una inclinación de la cabeza.
Este señor hablaba,
sobre todo lo divino y, todo lo humano, eso sí, pausadamente y muy claro, tanto
que si yo no hubiera querido oírlo, tendría que haberme ausentado. Ese es un
lugar, que siempre esta lleno, hoy éramos muy pocos y en un momento, me dí
cuenta que los presentes, solo atendíamos la conversación de aquel improvisado
historiador. Sobre todo, hablaban de política, de la política de la calle, de
esa que se habla en bares y en cualquier esquina, en cenáculos familiares,
donde el cuñado termina metiendo la pata, que no es mi caso, tal vez, sea yo el
que la mete. Estoy seguro que conversaciones así, las podemos escuchar en
cualquier parte, sin prestar atención, pero esta vez, ciertamente era una
lección de la vida, para no perderla.
|
Monumento de Av. Anaga |
Aquel hombre mayor,
más de noventa años dijo tener, a lo largo de su franca, sencilla y muy bien
hilvanada conversación. Simbolizaba, al menos para mí y, me atrevería a decir,
sin miedo a equivocarme, que también para el resto de la audiencia de aquel
momento allí, mucho más que todo el saber popular, que acopia el discernimiento
de años muy censores y más aun censurados, de la historia de los últimos
ochenta años. Decía recordarse todavía de la llegada de la República, siendo
demasiado niño y también del inicio de la guerra civil y de los años después,
dijo con solemnidad que “Franco fue un asesino y que aun le molestaba ver
símbolos, como la cruz mantenida en Plaza de España, donde se había cambiado la
primitiva leyenda, por una, que intentaba unir a todos en el texto, pero muchos
aun estaban en las cunetas o ese otro monumento en la Avenida de Anaga, que
costeamos todos, con una obligatoria cuestación popular y él, que se negaba,
desde ese momento, lo pasaba mal.” Para luego añadir. “Que esto se realizaba en
el tardofranquismo, como si quisieran, los autores de la obra, dejar muy claro,
que la dictadura continuaría, para siempre…”
Llegado este punto
de la amena conversación, no me resultaba más obvio, que pedir otro café, para
seguir enterando y dilatar aquel momento de historia viva de mi nación, que
tantas veces reniego de ella, más por sus gobernantes que por los vecinos, que
hay momentos que también. En medio de todo esto, mi mente me recordaba con
cierta insistencia, que aquel alto y siempre elegante en el porte y en el
vestir y que yo en mi apariencia le consideraba de derechas, era un viejo
militante socialista, que ya hacia años; “Se había dado de baja del socialismo
en vía muerta, por la caprichosa voluntad de la corona y el egoísmo de los
mandamases socialistas españoles y la ciega obediencia a la Europa del Euro”
Nos contó, pues
entiendo, que él era muy conciente que, se le escuchaba, muy atentamente y, aun
que entraban y salían alguno parroquianos, los fieles primitivos oyedntes, seguíamos
sin perder nada de lo allí manifestado. Narraba el desarrollarse del todo, pero
solo en apariencia, se vivían dos vidas, una dentro de casa y otra en la calle,
contaba, algo que aun recuerdo y que era el levantar la mano “derecha” abierta
la palma de la mano, desde que acabó la guerra, cada vez que se pasaba por
delante de la bandera del aguilucho o sonaba el himno, que aun sigue. Se
dijeron cosas de los largos años de dictadura, habló de Lorca y del “silencio
de goma oscura,” del alejamiento de los derechos en el mundo civil y laboral.
También de la represión, de la intolerancia, del delirio fascista… mucha gente
como él habia puesto la esperanza en la muerte del dictador, pero aquí
estamos...
Se refirió, somera
y precipitadamente; al desengaño que se llevó con la muerte del dictador, “no
por ello” como dijo, sino por la continuidad de la corona y la no restauración
de la República, pues, él siempre entendió, “que eso, solo eso, era lo
correcto,” que le había dado a González, “el beneficio de la duda, hasta que
llegara al poder, pero no actúo en consecuencia y que así, traicionaba el
socialismo.” Apuro, el frío café, limpio su boca con la ya usada servilleta,
cerró el puño de la mano derecha, mientras la levantó, con lo que me dijo, sin
decir nada, que era un viejo tronquista, por tanto, tenia sobre si las
lecciones marxista. Al levantar el brazo soltó un cierto y sincero “Salud y
República.”
Cecilio Urgoiti
Historia y memoria de un honesto hombre que hoy sin proponerme nada al respecto lo encontré, donde menos me lo esperaba. Vale la pena una segada lectura, aunque mejor oírle... Salud y República me dijo al irse.
ResponderEliminar