La libertad no es igualdad
Reflexiones en torno al pensamiento de
Isaiah Berlin,
en su obra “Dos conceptos de libertad” Entiendo que seria bueno rebuscar
en las palabras de un sociólogo y politólogo y un Embajador británico de los años 50 y 60 tanto
en la URSS y luego en EE.UU. Aclaro no es mi pensamiento es mi visión tomando
como referencia un profundo estudio de su idea de la libertad…
"Con una madera tan retorcida como es el
hombre
no se puede conseguir nada completamente derecho"
(Immanuel Kant)
En el otoño de 1958, Isaiah Berlin
pronunció una conferencia inaugural como profesor de Teoría Política y Social
de Oxford, titulada "Los dos conceptos de libertad". El texto ha
llegado a ser uno de los ensayos políticos más importantes del siglo XX. Berlin
sabía que las ideas no son juguetes intelectuales, sino que tienen
consecuencias. Su conferencia trataba de la libertad frente al fascismo y el
comunismo, al tiempo que observaba una tendencia por parte de los gobiernos
demócrata-sociales a debilitar las libertades
individuales.
Había pasado dos veranos en Paraggi
dictando reiteradas veces la conferencia, logrando reducirla de unas cuatro
horas a una duración factible. En realidad, iba a ser la conferencia más
importante de toda su vida. Berlin reformuló su anterior diferenciación entre
las concepción es libertad y romántica de libertad, en una distinción
mas nítida entrelibertad negativa y libertad positiva, que era lo que
separaba el credo liberal de sus primos jacobinos, socialistas y
comunistas.
Según Berlin expresaba con contundente
concisión, los liberales aspiran a restringir la autoridad en sí, mientras
que los demás aspiran a tenerla en sus propias manos. Por eso, definía
la libertad negativa como libertad desde la que hacer cosas: la
responsabilidad de los gobiernos de crear las circunstancias adecuadas para que
hombres y mujeres puedan hacer lo que quieran. Era la esencia del credo
político auténticamente liberal: permitir al individuo que haga lo que quiera,
siempre que sus actos no interfieran en la libertad de los demás.
La libertad positiva, por otro lado, es la libertad para hacer, para
realizar algo que deje huella en la historia. Es la esencia de todas las
políticas de emancipación; desde los socialistas a los comunistas, todas estas
doctrinas quieren utilizar el poder político para liberar a los seres humanos,
que así pueden hacer realidad algún potencial oculto, bloqueado o
reprimido.
Isaiah Berlin era un liberal que creía
que el gobierno tenía la obligación de asegurar las condiciones económicas,
sociales y educativas bajo las cuales la gente pudiera realizar el ejercicio de
la libertad. Fue el paladín del pluralismo en un tiempo en que muchos teóricos
políticos se decantaban por posturas totalitarias. Pienso que su nacimiento en
Rusia y su desembarco desde muy temprana edad en el Reino Unido, así como el
hecho de pertenecer a una familia judía, van a marcar en él un elevado concepto
del pluralismo, como arquetipo de toda su obra
política.
A pesar de lo atrayente que nos
parece, el pensamiento de Berlin es intelectualmente insatisfactorio. Habla de
la libertad desde una posición de escepticismo acerca de la defensa de
convicciones esenciales. Su concepto del hombre como “homo politicus” reduce
la libertad a la función de una facultad meramente individual: el poder hacer
cosas. Y esta visión de la libertad no tuvo su origen en el Siglo de las Luces,
sino que ya abrió su primer pórtico en la Alta Edad
Media.
Tomás de Aquino,
nacido en 1225, definía la libertad como camino para la excelencia del
hombre, para el logro de la felicidad y la plenitud de su destino. El camino a
recorrer para encontrar la verdad que, indudablemente, exige educación. Desde
su visión del hombre, la libertad es el gran principio organizador de la vida
moral, la posibilidad de pensar y elegir. Es, por tanto, lo que distingue al
hombre del resto del mundo natural, es el principio por el que la vida se podrá
vivir desde una verdadera humanidad.
Para “Santo Tomás,” según lo denominan
los catolicos, la libertad es, en definitiva, la que dirige nuestras acciones
hacia el objetivo de la bondad, entendida en el sentido más noble, hasta la
unión de la persona con el bien absoluto que es Dios. De hecho, las virtudes
son elementos cruciales para el desarrollo de la
libertad.
Según estas tesis, llegar a ser libre
es semejante a tocar un instrumento musical. Cualquiera puede aporrear el
piano, pero ese ejercicio es solamente ruido, no música. Sólo sería una forma
bárbara del uso de la libertad. Pero gracias al desarrollo de una técnica, el
rigor del conocimiento y el aprendizaje mantenido podemos descubrir una más
rica dimensión de la libertad, y así tocar música e incluso crear novedades a
nuestro arbitrio. La libertad es, por tanto, una forma de adquirir gradualmente
la capacidad de escoger el bien y escogerlo con perfección. Según estos
argumentos, la ley puede educarnos en libertad, no es una imposición externa.
Hasta aquí el pensamiento de Santo Tomás y su defensa del aristotelismo.
Al tratar estos asuntos no podemos
olvidarnos de Guillermo de Ockham. Poco sistemático y enormemente crítico, la
filosofía del padre del nominalismo (nacido probablemente hacia 1280, en el sur
de Londres) se inserta dentro de la crisis y decadencia de la Escolástica,
producida en el siglo XIV e iniciada por su maestro Duns Escoto. Su filosofía
hacía alusión a que los principios universales no existían en la realidad, sino
sólo en nuestras mentes. De ahí que la naturaleza humana sea solamente una
descripción, un nombre (por eso se denomina nominalismo a esta
corriente de pensamento). Las únicas cosas que existen son las
particulares.
La aportación de Ockham es crucial en
la historia del conocimiento por su repercusión en política, ya que, como
enseñó Aristóteles, la política es una extensión de la ética. Y si no hay
principios de moral universal, las leyes políticas son simplemente obligaciones
externas a la persona. Las leyes, en otras palabras, son limitaciones (tanto
las divinas como las humanas).
Algunos especialistas hablan de las
aportaciones de Ockham como de la primera explosión atómica de la Era Moderna;
una explosión no física, sino del conocimiento. Lo que lleva consigo la
libertad de Ockham es lalibertad de la indiferencia. Su libertad es una
facultad neutral de escoger y, por tanto, de escoger lo que sea, una cuestión
de poder hacer. El poder es el atributo fundamental del hombre. Con lo
cual ya no hay un bien común, sino sólo bienes
particulares.
En los siglos XIII-XIV, asistimos al
principio de lo que podríamos llamar hoy el proyecto de autonomía. El hombre se
convierte por fin en un ser autónomo. Lo que se denominó más tarde
la navaja de Ockham: como principio metodológico, con características
gnoseológicas y ontológicas además, se decía que con esa navaja Ockham
afeitaba las barbas de Platón. Esta lucha entre platonismo y aristotelismo va a
ser la constante en la discusión filosófica del siglo XVI. Es el inicio de un
itinerario que conduce al deseo de poder de Nietzsche. Con el devenir
de las ideas, la libertad llegará a ser entendida como un elemento puramente
instrumental o utilitario, y cuajará el principio del escepticismo acerca de la
capacidad humana para conocer la realidad, iniciándose un radical relativismo
moral.
Cuando Berlin escribe que la libertad
significa que nadie puede interferir en mi actividad, está tomando el
concepto de libertad directamente de Ockham. Su uso de la libertad
negativa se refiere a procurar que no haya interferencias y colisiones
entre los deseos de unos y otros. Digamos que la libertad
negativa está bien como principio político organizador de la libertad,
pero no incluye ese sentido profundo que le daba Tomás de Aquino.
Pongamos un ejemplo. Si damos un salto
hasta nuestros días, podemos apreciar que el debate internacional, a propósito
de la clonación y las investigaciones con embriones, ha sido conducido casi en
exclusividad en términos utilitarios. Y hoy más que nunca necesitamos
enfrentarnos a la libertad de la indiferencia (Ockham) con
la libertad de la excelencia (Tomás).
Muchas veces en estos debates se apela
al pluralismo; todo el mundo tiene derecho a opinar y no todos lo hacemos
igual. Pero pluralismo no es mera pluralidad. Pluralidad es un hecho
sociológico. El auténtico pluralismo es un logro de la civilización, es el
sentido de la conversación acerca del bien común, la relación entre la libertad
y la verdad moral, y el diálogo a propósito de las virtudes necesarias que
forman el tipo de ciudadanos que pueden vivir en auténtica libertad. Ese
pluralismo no puede partir de un escepticismo o relativismo moral, sino de
convicciones de verdades que pueden llegar a ser conocidas y
defendidas.
Sólo cuando hemos concebido
la libertad positiva como un poder hacerpersonal, y no como una
elección arbitraria, tendrá sentido formar proyectos tales como el
de luchar por la libertad. La libertad es poder: lalibertad
negativa es equivalente al poder de resistencia ante el influjo de otros
poderes. La libertad (negativa) como poder se constituye en el enfrentamiento
no con el poder en general, sino con determinados poderes específicos
y concretos en particular. Y como los poderes personales son poderes normados,
la libertad (negativa) sólo podrá constituirse en el proceso de confrontación
de un poder normado con otros poderes también normados; o lo que es lo mismo,
en la confrontación de unas normas con otras. En general, las
peticiones de libertad que unas personas hacen a otras personas se refieren
alibertades-de; es decir, a la eliminación de las trabas o prohibiciones que
impiden el desarrollo de una supuesta capacidad o libertad-para. Se da por
supuesto que una vez conseguida la libertad-de, la libertad-para, o
potencia, se manifestará por sí misma. Conseguida la libertad de asociación,
las asociaciones se constituirán de inmediato. Un supuesto acaso excesivamente
optimista.
La libertad, como libertad
positiva, en cuanto capacidad, facultad o potencia del hacer personal, tiene
que apoyarse en el poder de otras personas. Por ello, está también limitada por
ellas. Luchar por la libertadno tiene un significado meramente abstracto,
sino que implica siempreluchar contra las personas que tienden a limitar mi
poder. La concepción causal de la libertad obliga a restringir enérgicamente la
aplicación del concepto de libertad al individuo psicológico, en cuanto tal,
incluso en el supuesto de que psicológicamente el individuo tenga la evidencia,
o la conciencia subjetiva, de estar eligiendo
libremente.
En todo caso, la concepción causal de
la libertad desaconseja la aplicación del predicado libre a
situaciones constituidas por actos aislados o puntuales de elección
del sujeto, orientando en cambio la aplicación de este predicado a
la trayectoria global de la persona. No tiene sentido decir que las
acciones del sujeto son libres por separado, puesto que libre sería sólo el
sujeto en cuanto persona globalmente considerada. Según esto, sólo de un modo
retrospectivo –cuando la trayectoria de una persona ha llegado a su fin– cabría
hablar de libertad. En el rigor más estricto, sólo de ese modo retrospectivo
cabrá atribuir la libertad, o negársela, a una persona. No
todo individuo podría ser considerado libre, pues su identidad
personal no es reducible a la facticidad de sus actos, cualquiera que
éstos sean. La persona sólo es libre en la medida en que sus actos puedan ser
interpretados como episodios integrables dentro de una trayectoria global
dotada de sentido teleológico propio. Acaso las personalidades que puedan
considerarse como dotadas de una libertad más profunda sean aquéllas que,
paradójicamente, hayan vivido, con más intensidad, la ejecución de sus actos
particulares como necesarios para el cumplimiento de su propio destino. Así
entendida, la libertad tiene muchas modulaciones y no es un atributo
unívoco.
Por ejemplo, y a efectos de admitir la
posibilidad de tener como libres a las personas que viven en una ciudad o un
Estado, podría ser suficiente conferir a los ciudadanos una responsabilidad
individual en lo que respecta a la ejecución de los programas públicos. En este
contexto, una persona podría ser considerada libre cuando se suponga que los
mecanismos deterministas, por los cuales responde o deja de responder a las
normas presupuestas, actúan en el ámbito de su esfera individual, no porque en
este ámbito no actúen causas deterministas sino porque éstas estarán actuando
con independencia de las que, dentro de su rango, puedan actuar en los otros
individuos de su contorno; de suerte que las actuaciones del individuo puedan ser,
en su momento, incorporadas a una trayectoria personal que el sujeto de
referencia pudiera cumplir con independencia –o libertad negativa– de
otros individuos de su entorno.
En realidad, Berlin ocupaba el espacio
intermedio entre la filosofía y la historia. Sus escritos en este último campo
eran un vehículo para verter sus teorías sobre el pluralismo y el liberalismo,
afirma Ian Harris, profesor de Teoría Política en la Universidad de Leicester y
uno de los expertos en la obra del autor fallecido. Según él, el pensador
vertebró su doctrina sobre las contradicciones que valores como el propio
liberalismo presentan. Dice Harris que libertad e igualdad no corren siempre
parejas, y que ante un conflicto así hay que elegir y Berlin veía en la libertad
política la mejor salida. Su rechazo al totalitarismo, que fuerza al ciudadano
a seguir una idea, le inclinó también hacia el Reino Unido, ya que para él su
sociedad representaba el ideal liberal por antonomasia.
Cecilio Urgoiti