El ingenio de Groucho Marx nunca disfrutó de limites, siempre que buscas encuentras en él, la frase adecuada a la circunstancia que te planteas: “Hay una forma de saber si un hombre es honesto: preguntándoselo. Si dice que sí, es un sinvergüenza.” Esta frase de Groucho insinúa de forma muy directa, que todos somos deshonestos. Por eso la elegí, para abrir esta corta reflexión sobre la honestidad y más concretamente sobre la honestidad política. Por qué nos mentimos, en especial a nosotros mismos, realmente vale la pena la vida, en una constante mentira. El engaño es, nos guste o no, un camino muy directo a la deshonestidad y a su vez, un recurso excepcional de los individuos desviados, sin una conducta recta. Estadísticamente previsible en personas perfectamente normales o al menos en normal apariencia, entre los demás.
Si partimos de la crítica a la teoría dominante sobre la mentira, vemos que propone, que guiados por la fría razón, sólo buscamos maximizar nuestros beneficios. Miremos un ejemplo, que nos hará ver con claridad, el planteamiento de la mentira. No mentimos lo mismo que no robamos y es que, si no robamos, es sólo porque no queremos terminar presos. A través de una serie de experimentos, se han encontrado, cuando callamos una idea mentirosa, es por no caer en ridículo. Son muchos los aspectos del estudio que se cumplen, tanto para la mentira como para el crimen, aunque obviamente hay que diferenciarlos, pero nos vale, esta comparación, como prueba, que es a lo que vamos. Mentimos o robamos menos si somos vigilados. La mentira o el robo no son proporcionales al botín que nos aporta. Podemos exagerar nuestros resultados en un test para llevarnos una suma de dinero un poco mayor a la que mereceríamos. Pero no nos llevamos el bol que contiene todos los billetes. Estas observaciones ponen de manifiesto que un componente importante en el engaño es cómo nos vemos a nosotros mismos. No nos gusta pensar que somos deshonestos, pero lo cierto es que o somos vigilados o mentimos y robamos. De teorías de este tipo nace la “División de Poderes” con el fin de lograr una entramada red, de frenos y contra-frenos, que tengan bajo vigilancia las acciones políticas de la clase que ejerce el poder, por cesión del pueblo, que no, por derecho propio, ya que es, esto último lo que piensan al ser elegidos.
A lo largo de mi experiencia en el mundo de la comunicación, ciertamente no muy limitada en información política, he podido comprobar que el poder y la honestidad muy rara vez concuerdan, lo cierto es, que mi mirada ha estado encaminada preferentemente a este país y sino supiera leer y no entendiera el idioma y nadie me contara lo que aquí pasa, yo me daría perfecta cuenta de la corrupción que emana de esta clase política y de los tejemanejes, no ya de esa clase a la que me he referido. Además las sociedad en su conjunto, no solo es tolerante con todo esto, sino que arrima el ascua a su sardina y se vanagloria de sisar al fisco o engañar en la compra de algo, sea este el comerciante o el comprador. También los hay que llegan tarde al trabajo y salen antes, o el empresario que no cotiza lo establecido a la Seguridad Social o paga en negro. Todo y mucho más es corrupción, no solo la política. Mucho cuidado, que no defiendo con esto a ningún colectivo, ni se me ocurre, es tal, que os recuerdo que la iglesia católica no tributa por su patrimonio, las demás si, también eso es corrupción y es su caso, además pecado, aunque esto último es solo cosa de ellos. Fijaros en esto, somos el único pueblo del mundo, que tiene un amplio genero literario llamado “picaresca”, que mas vamos a pedir.
Les formularé una pregunta, que es casi una afirmación certera. ¿Con esos bueyes, son con los que vamos a arar un nuevo sistema político?
Aquí somos muy capaces de llorar a cántaros hasta en una miserable obra de teatro. Pero os puedo garantizar que las lágrimas no prueban de ninguna manera la honestidad o el afecto a algo o a alguien. Esos son puros actos de cinismo pícaro, de la que si somos maestros.
El cambio o es real y la democracia es participativa, certera de “cierta,” firme de “invariable” y la justicia inapelable o, os ruego, avisarme que yo, con perdón, me bajo de esta “guagua,” aunque este en marcha.
Cecilio Urgoiti
No hay comentarios:
Publicar un comentario