Sin pelos en las teclas: Soy un ensayista de la realidad política, un periodista sin pelos en las teclas, luchador de mil batallas. Hago política, con el certero objeto, que otro no la venga hacer por mí, sino, la hagamos todos juntos. Defiendo la democracia participativa y entiendo como republicano convencido que soy, que solo se da la democracia real en la República. Así mismo, creo en la autodeterminación de los pueblos y a mi no me importa que los demás, se salgan con la mía.

domingo, 17 de julio de 2016

La libertad no es igualdad                               


Reflexiones en torno al pensamiento de Isaiah Berlin,
en su obra “Dos conceptos de libertad” Entiendo que seria bueno rebuscar en las palabras de un sociólogo y politólogo y un  Embajador británico de los años 50 y 60 tanto en la URSS y luego en EE.UU. Aclaro no es mi pensamiento es mi visión tomando como referencia un profundo estudio de su idea de la libertad…

"Con una madera tan retorcida como es el hombre
no se puede conseguir  nada completamente derecho"
(Immanuel Kant)

En el otoño de 1958, Isaiah Berlin pronunció una conferencia inaugural como profesor de Teoría Política y Social de Oxford, titulada "Los dos conceptos de libertad". El texto ha llegado a ser uno de los ensayos políticos más importantes del siglo XX. Berlin sabía que las ideas no son juguetes intelectuales, sino que tienen consecuencias. Su conferencia trataba de la libertad frente al fascismo y el comunismo, al tiempo que observaba una tendencia por parte de los gobiernos demócrata-sociales a debilitar las libertades individuales.      
Había pasado dos veranos en Paraggi dictando reiteradas veces la conferencia, logrando reducirla de unas cuatro horas a una duración factible. En realidad, iba a ser la conferencia más importante de toda su vida. Berlin reformuló su anterior diferenciación entre las concepción es libertad y romántica de libertad, en una distinción mas nítida entrelibertad negativa y libertad positiva, que era lo que separaba el credo liberal de sus primos jacobinos, socialistas y comunistas.         
Según Berlin expresaba con contundente concisión, los liberales aspiran a restringir la autoridad en sí, mientras que los demás aspiran a tenerla en sus propias manos. Por eso, definía la libertad negativa como libertad desde la que hacer cosas: la responsabilidad de los gobiernos de crear las circunstancias adecuadas para que hombres y mujeres puedan hacer lo que quieran. Era la esencia del credo político auténticamente liberal: permitir al individuo que haga lo que quiera, siempre que sus actos no interfieran en la libertad de los demás. La libertad positiva, por otro lado, es la libertad para hacer, para realizar algo que deje huella en la historia. Es la esencia de todas las políticas de emancipación; desde los socialistas a los comunistas, todas estas doctrinas quieren utilizar el poder político para liberar a los seres humanos, que así pueden hacer realidad algún potencial oculto, bloqueado o reprimido.      
Isaiah Berlin era un liberal que creía que el gobierno tenía la obligación de asegurar las condiciones económicas, sociales y educativas bajo las cuales la gente pudiera realizar el ejercicio de la libertad. Fue el paladín del pluralismo en un tiempo en que muchos teóricos políticos se decantaban por posturas totalitarias. Pienso que su nacimiento en Rusia y su desembarco desde muy temprana edad en el Reino Unido, así como el hecho de pertenecer a una familia judía, van a marcar en él un elevado concepto del pluralismo, como arquetipo de toda su obra política.      
A pesar de lo atrayente que nos parece, el pensamiento de Berlin es intelectualmente insatisfactorio. Habla de la libertad desde una posición de escepticismo acerca de la defensa de convicciones esenciales. Su concepto del hombre como “homo politicus” reduce la libertad a la función de una facultad meramente individual: el poder hacer cosas. Y esta visión de la libertad no tuvo su origen en el Siglo de las Luces, sino que ya abrió su primer pórtico en la Alta Edad Media.      
Tomás de Aquino, nacido en 1225, definía la libertad como camino para la excelencia del hombre, para el logro de la felicidad y la plenitud de su destino. El camino a recorrer para encontrar la verdad que, indudablemente, exige educación. Desde su visión del hombre, la libertad es el gran principio organizador de la vida moral, la posibilidad de pensar y elegir. Es, por tanto, lo que distingue al hombre del resto del mundo natural, es el principio por el que la vida se podrá vivir desde una verdadera humanidad.       
Para “Santo Tomás,” según lo denominan los catolicos, la libertad es, en definitiva, la que dirige nuestras acciones hacia el objetivo de la bondad, entendida en el sentido más noble, hasta la unión de la persona con el bien absoluto que es Dios. De hecho, las virtudes son elementos cruciales para el desarrollo de la libertad.        
Según estas tesis, llegar a ser libre es semejante a tocar un instrumento musical. Cualquiera puede aporrear el piano, pero ese ejercicio es solamente ruido, no música. Sólo sería una forma bárbara del uso de la libertad. Pero gracias al desarrollo de una técnica, el rigor del conocimiento y el aprendizaje mantenido podemos descubrir una más rica dimensión de la libertad, y así tocar música e incluso crear novedades a nuestro arbitrio. La libertad es, por tanto, una forma de adquirir gradualmente la capacidad de escoger el bien y escogerlo con perfección. Según estos argumentos, la ley puede educarnos en libertad, no es una imposición externa. Hasta aquí el pensamiento de Santo Tomás y su defensa del aristotelismo.       
Al tratar estos asuntos no podemos olvidarnos de Guillermo de Ockham. Poco sistemático y enormemente crítico, la filosofía del padre del nominalismo (nacido probablemente hacia 1280, en el sur de Londres) se inserta dentro de la crisis y decadencia de la Escolástica, producida en el siglo XIV e iniciada por su maestro Duns Escoto. Su filosofía hacía alusión a que los principios universales no existían en la realidad, sino sólo en nuestras mentes. De ahí que la naturaleza humana sea solamente una descripción, un nombre (por eso se denomina nominalismo a esta corriente de pensamento). Las únicas cosas que existen son las particulares.      
La aportación de Ockham es crucial en la historia del conocimiento por su repercusión en política, ya que, como enseñó Aristóteles, la política es una extensión de la ética. Y si no hay principios de moral universal, las leyes políticas son simplemente obligaciones externas a la persona. Las leyes, en otras palabras, son limitaciones (tanto las divinas como las humanas).     
Algunos especialistas hablan de las aportaciones de Ockham como de la primera explosión atómica de la Era Moderna; una explosión no física, sino del conocimiento. Lo que lleva consigo la libertad de Ockham es lalibertad de la indiferencia. Su libertad es una facultad neutral de escoger y, por tanto, de escoger lo que sea, una cuestión de poder hacer. El poder es el atributo fundamental del hombre. Con lo cual ya no hay un bien común, sino sólo bienes particulares.         
En los siglos XIII-XIV, asistimos al principio de lo que podríamos llamar hoy el proyecto de autonomía. El hombre se convierte por fin en un ser autónomo. Lo que se denominó más tarde la navaja de Ockham: como principio metodológico, con características gnoseológicas y ontológicas además, se decía que con esa navaja Ockham afeitaba las barbas de Platón. Esta lucha entre platonismo y aristotelismo va a ser la constante en la discusión filosófica del siglo XVI. Es el inicio de un itinerario que conduce al deseo de poder de Nietzsche. Con el devenir de las ideas, la libertad llegará a ser entendida como un elemento puramente instrumental o utilitario, y cuajará el principio del escepticismo acerca de la capacidad humana para conocer la realidad, iniciándose un radical relativismo moral.       
Cuando Berlin escribe que la libertad significa que nadie puede interferir en mi actividad, está tomando el concepto de libertad directamente de Ockham. Su uso de la libertad negativa se refiere a procurar que no haya interferencias y colisiones entre los deseos de unos y otros. Digamos que la libertad negativa está bien como principio político organizador de la libertad, pero no incluye ese sentido profundo que le daba Tomás de Aquino.    

Pongamos un ejemplo. Si damos un salto hasta nuestros días, podemos apreciar que el debate internacional, a propósito de la clonación y las investigaciones con embriones, ha sido conducido casi en exclusividad en términos utilitarios. Y hoy más que nunca necesitamos enfrentarnos a la libertad de la indiferencia (Ockham) con la libertad de la excelencia (Tomás).      
Muchas veces en estos debates se apela al pluralismo; todo el mundo tiene derecho a opinar y no todos lo hacemos igual. Pero pluralismo no es mera pluralidad. Pluralidad es un hecho sociológico. El auténtico pluralismo es un logro de la civilización, es el sentido de la conversación acerca del bien común, la relación entre la libertad y la verdad moral, y el diálogo a propósito de las virtudes necesarias que forman el tipo de ciudadanos que pueden vivir en auténtica libertad. Ese pluralismo no puede partir de un escepticismo o relativismo moral, sino de convicciones de verdades que pueden llegar a ser conocidas y defendidas.      
Sólo cuando hemos concebido la libertad positiva como un poder hacerpersonal, y no como una elección arbitraria, tendrá sentido formar proyectos tales como el de luchar por la libertad. La libertad es poder: lalibertad negativa es equivalente al poder de resistencia ante el influjo de otros poderes. La libertad (negativa) como poder se constituye en el enfrentamiento no con el poder en general, sino con determinados poderes específicos y concretos en particular. Y como los poderes personales son poderes normados, la libertad (negativa) sólo podrá constituirse en el proceso de confrontación de un poder normado con otros poderes también normados; o lo que es lo mismo, en la confrontación de unas normas con otras. En general, las peticiones de libertad que unas personas hacen a otras personas se refieren alibertades-de; es decir, a la eliminación de las trabas o prohibiciones que impiden el desarrollo de una supuesta capacidad o libertad-para. Se da por supuesto que una vez conseguida la libertad-de, la libertad-para, o potencia, se manifestará por sí misma. Conseguida la libertad de asociación, las asociaciones se constituirán de inmediato. Un supuesto acaso excesivamente optimista.       
La libertad, como libertad positiva, en cuanto capacidad, facultad o potencia del hacer personal, tiene que apoyarse en el poder de otras personas. Por ello, está también limitada por ellas. Luchar por la libertadno tiene un significado meramente abstracto, sino que implica siempreluchar contra las personas que tienden a limitar mi poder. La concepción causal de la libertad obliga a restringir enérgicamente la aplicación del concepto de libertad al individuo psicológico, en cuanto tal, incluso en el supuesto de que psicológicamente el individuo tenga la evidencia, o la conciencia subjetiva, de estar eligiendo libremente.     
En todo caso, la concepción causal de la libertad desaconseja la aplicación del predicado libre a situaciones constituidas por actos aislados o puntuales de elección del sujeto, orientando en cambio la aplicación de este predicado a la trayectoria global de la persona. No tiene sentido decir que las acciones del sujeto son libres por separado, puesto que libre sería sólo el sujeto en cuanto persona globalmente considerada. Según esto, sólo de un modo retrospectivo –cuando la trayectoria de una persona ha llegado a su fin– cabría hablar de libertad. En el rigor más estricto, sólo de ese modo retrospectivo cabrá atribuir la libertad, o negársela, a una persona. No todo individuo podría ser considerado libre, pues su identidad personal no es reducible a la facticidad de sus actos, cualquiera que éstos sean. La persona sólo es libre en la medida en que sus actos puedan ser interpretados como episodios integrables dentro de una trayectoria global dotada de sentido teleológico propio. Acaso las personalidades que puedan considerarse como dotadas de una libertad más profunda sean aquéllas que, paradójicamente, hayan vivido, con más intensidad, la ejecución de sus actos particulares como necesarios para el cumplimiento de su propio destino. Así entendida, la libertad tiene muchas modulaciones y no es un atributo unívoco.      
Por ejemplo, y a efectos de admitir la posibilidad de tener como libres a las personas que viven en una ciudad o un Estado, podría ser suficiente conferir a los ciudadanos una responsabilidad individual en lo que respecta a la ejecución de los programas públicos. En este contexto, una persona podría ser considerada libre cuando se suponga que los mecanismos deterministas, por los cuales responde o deja de responder a las normas presupuestas, actúan en el ámbito de su esfera individual, no porque en este ámbito no actúen causas deterministas sino porque éstas estarán actuando con independencia de las que, dentro de su rango, puedan actuar en los otros individuos de su contorno; de suerte que las actuaciones del individuo puedan ser, en su momento, incorporadas a una trayectoria personal que el sujeto de referencia pudiera cumplir con independencia –o libertad negativa– de otros individuos de su entorno.        
En realidad, Berlin ocupaba el espacio intermedio entre la filosofía y la historia. Sus escritos en este último campo eran un vehículo para verter sus teorías sobre el pluralismo y el liberalismo, afirma Ian Harris, profesor de Teoría Política en la Universidad de Leicester y uno de los expertos en la obra del autor fallecido. Según él, el pensador vertebró su doctrina sobre las contradicciones que valores como el propio liberalismo presentan. Dice Harris que libertad e igualdad no corren siempre parejas, y que ante un conflicto así hay que elegir y Berlin veía en la libertad política la mejor salida. Su rechazo al totalitarismo, que fuerza al ciudadano a seguir una idea, le inclinó también hacia el Reino Unido, ya que para él su sociedad representaba el ideal liberal por antonomasia. 


Cecilio Urgoiti   

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