Los británicos no volverán…
De “introspectiva y onírica,”
pudiéramos catalogar a Gran Bretaña, esta, pero a lo mejor no esta, tal vez se
va, pero tal vez, se queda. Es como aquella película que tanto me impacto y que
una vez acabo, no he querido ver “más nunca” expresión esta de uso común en
Canarias. La película en cuestión es: “Vida en sombras” que cuenta la historia
de un cineasta, un hombre obsesionado por atrapar la imagen de una realidad
siempre cambiante: es una reflexión angustiosa sobre la naturaleza del cine,
disfrazada de biografía, realizada con una técnica impecable que repite al
infinito el juego entre la realidad y su reflejo. Una de las películas
¿malditas? del cine español, Vida en sombras es hoy reconocida como una de las
obras más extraordinarias de su tiempo, una pieza única, rara e irrepetible que
no tuvo continuidad en la historia del cine español. Algo así, ha pasado con la
estancia de la sociedad británica, la cual siempre tuvo parte de su cuerpo en
la UE, pero la cabeza y sus objetivos, solo en la Gran Bretaña.
Acabada la Segunda
Guerra Mundial, el mundo quedó dividido, bajo la influencia de dos superpotencias,
que se disputaban su hegemonía y a su vez, una serie de países europeos, la
mayoría antiguas metrópolis coloniales, que ahora se subordinaban a uno de los
bandos que pactaron el reparto. Nada de extraño, si analizamos la Europa de los
anteriores siglos. Países fundamentalmente debilitados, tratando de reivindicarse
del desastre, que les había provocado la guerra. Asimismo se esforzaban en
recomponer su influencia y al menos alcanzar su perdida la reputación. Desde el
principio Francia, tuvo claro que esto último, su reputación y su
prestigio, eran dos cualidades muy valiosas que no se podían negociar y, a
pesar de su gran pérdida, y mayor humillación. Con la obstinación del General
de Gaulle, haciendo todo lo posible, para que se le reconociera como potencia
vencedora, siendo participe, de la liberación de su país, invadido y ocupado.
No obstante, una serie de reveses internacionales sufridos años más tarde, que descollaron
con el quebranto de Argelia, dejando a Francia huérfana de sus colonias y, con
sus ojos puestos en Europa.
Tras el triunfo
aliado, se había insistido, en un acercamiento entre Francia y Alemania, transgrediendo
algo más que la propia reconstrucción, con un objetivo, al menos de cara a la galería,
aunque pronto se convirtió en realidad. El objetivo una paz duradera, cosa que
si nos remitimos a la realidad, se logro a pesar de aquella “guerra fría” de
influencia americana y con el beneplácito británico. Unos años después, entre
cinco y seis, en 1951, ambos países firmaron junto con Italia, Bélgica,
Luxemburgo y Holanda, la Comunidad Económica del Carbón y del Acero y años más
tarde, con la firma del Tratado de Roma, constituyeron la Comunidad Económica
Europea.
Mientras en la Gran Bretaña al final
de la guerra, el que fuera “Primer Ministro” británico, Sir Winston Spencer
Churchill, siempre se manifestó como un valedor de la “unión” de Europa, para
así evitar, nuevos bretes que pudieran desembocar en otra guerra, entre Francia
y Alemania. Sin embargo, él nunca abogó, por la inserción del Reino Unido, en
lo que hoy conocemos como UE, ya que, según sus consideraciones, su alianza
natural, estaba ligado al de los Estados Unidos. Pero al caer el intento
de crear la Asociación Europea de Libre Comercio, impulsada por los americanos
y los británicos, como freno y para contrarrestar el creciente poder de la CEE,
el Reino Unido propone por primera vez, 1961 su adhesión a las CEE. Fue
rechazada en 1963, por el francés, Charles de Gaulle, al
considerarlo un “Caballo de Troya” de los Estados Unidos. Lo mismo sucedió, por
segunda vez, en 1967 cuando volvieron a intentarlo y se encontraron de nuevo,
con la negativa del obstinado general, que los vetó. Así, hasta que en 1973, y
bajo el gobierno del conservador Edward Heath, por fin los británicos logró
unirse CEE. Pero siempre de aquella manera, estando dentro, pero también fuera,
formando parte de un sistema económico, pero sin contagiar su moneda y
diciendo, lo mío es mío y de lo tuyo ¿Qué me toca? Circulando sus vehiculos al
contrario, que en el resto del mundo. Con un sistema de medidas y de pesos, que
siempre ha sido necesaria una tabla de equiparaciones y… esa flema inglesa, que
cuando pide parece que da
Ha llegado el tiempo de que la Unión
Europea, actúe con determinación y haga real eso tan claro, que “fuera es
fuera.” Tal vez ha llegado la oportunidad. ¿Os preguntareis para qué? Para
demostrar, si hay o no hay, beneficios al pertenecer a un club que ha permitido
a sus socios, vivir el mayor periodo de bienestar y paz de toda la espasmódica
historia europea, siempre marcada de guerras y destrucción, entre sus propios
pueblos.
Ahora bien, tengamos en cuenta que
desde la II Guerra Mundial hasta 2007, la UE fue un remanso de paz y estos últimos
años, ha sido agitada y zarandeada como un pelele en manos del capital, que no
ha cesado de hacer caja y los viejos ciudadanos británicos, con mucha
experiencia y con mejor sentido común, desde mi óptica, les han cogido la vez,
a sus descendientes y les has dicho, de forma solemne ¡Hasta aquí, hemos
llegado, el Imperio se puede por si solo! Y la OTAN es nuestra y de los EEUU,
por si hay duda y siendo ese, el autentico motivo de entrada, no van a sucumbir
ante una Alemania que se ha empeñado en ejercer de árbitro, jugador y publico,
a la vez.
Tal como veo esto, se esta preparando
un principio del fin, de un sueño, que para los mercaderes ha tocado arrebato y,
además no paran de hacer caja.
Cecilio Urgoiti