Un despertar con reflexión
El despertar de un día estival, nos
abre un abanico de posibilidades… Para algunos tal vez solo sea la hora, de
pensar en el trafico que tropezara en su viaje a la playa. O el oír del sonido
del ajetreo, que el trafico y los convecinos empiezan a producir, producto de
su actividad. O tomas el primer café, incluso, los habemos que con mal humor o
tan solo, es el correr que trae consigo, el ser remolón. Yo soy de los que
prefiere madrugar y compartir con mi otro Cecilio, los más de treinta minutos
en silencio, pero planificando el día que empieza.
Se que para otros, es un buen día de
verano, si hay un buen día de playa, donde las olas del mar se columpian al
nacer el sol, para otros es el escuchar el arrullo de las olas, mientras brotan
los rayos del sol, con ese quieto amanecer y, justo en ese momento, piensas que
en las antípodas del lugar donde te encuentras, se esta produciendo el fenómeno
contrario, que es el atardecer. Al nacer la mañana nos acercaremos a ese
hermoso paisaje, que toda playa tiene a la orilla del mar, donde se produce una
suave brisa y mientras miramos esos
barquitos de pesca que desaparecen en el horizonte, dejándonos una sensación de
quietud y tranquilidad, cortejada por el suave tarareo de las olas. Con ese ir
y venir del agua, brotándote sin esperarlo, aquella frase de Heráclito al
explicar que el principio del todo es que todo esta en movimiento, “No nos
bañamos dos veces en las aguas de un mismo río, ni siquiera una vez.”
Tanto el amanecer, como el atardecer, empiezan con prisas, voces, llamadas, preparación de cenáculos, correteos al trabajo o carreras al volver, compromisos que cumplir o metas
que alcanzar. En cada vida hay
día y hay noches, hay luz y hay oscuridad. Pero teniendo el fenómeno de rotación del Planeta Tierra, el mismo
ritmo, el amanecer te lleva a correr y hacer mucho más. Sin embargo, el
atardecer, tarda lo mismo, pero nos da luego parte de la noche, antes de
acostarnos, ese tiempo para recapacitar y analizar lo transcurrido. El
atardecer, al contrario que el despertar, es el sosiego, la llamada a la
tranquilidad, es el recuperarse lentamente del zarandeo diario, tal vez
escuchar música nos calme, ya dice el refranero castellano, “que la música
amansa a las fieras.” Tal vez la tranquilidad deseada la encuentres cuando
estas leyendo… Piensa, vive, es ahora el momento, nunca lo dejes para luego, a
lo mejor es tarde y todo se ha perdido, vive con intensidad y pon toda tu pasión
en ello.
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Esperando la puesta de sol |
La conclusión destacada, respecto a
esta reflexión, es que vivas el momento en su totalidad, intensamente,
deleitosamente, porque no hay nada que temer, porque incluso la propia vida se
nos da como una ficción. No se necesita ningún convencimiento, ninguna
salvaguardia, ni salvoconducto, para que nos sentemos y veamos como nace el día
y como nace la noche, es más, cada fracción y dentro de esa fracción hay muchas
más, nace tanto el día como la noche y la vida sigue. Estemos o no estemos, el
amanecer es un nacer, pero no olvides que el anochecer es otro nacer. Vive
momento a momento, confiando en la totalidad de la ficción de la propia
existencia de la vida, al igual que los pájaros confían en ella y si te fijas
con atención veras como los árboles confían en ella, dándonos flores y el mejor
fruto. No te separes de la ficción de la existencia, conviértete en parte de
ella, y el conjunto de la ficción de la existencia te cuidará…
Cecilio Urgoiti
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